¿Más polémicas esthériles sobre las Fiestas del Medievo?
Transcurridos solo unos días desde la exitosa celebraciónde las últimas Fiestas del Medievo, se han sucedido declaraciones y debates en torno al uso apropiado o no de animales. Todas las opiniones, sin duda, pueden contribuir a introducir sucesivas mejoras. Pero también, de manera intencionada o no, propician las controversias sobre medidas que podrían calificarse, según quien las formule, de convenientes, necesarias, exageradas o extremistas. Ya que estamos inmersos en dimes y diretes, propongo que prestemos atención también a los derechos de las personas para evitar cualquier exclusión en el futuro. Servirá de poco, pero habrá que intentarlo.
Empecemos por una clarificación administrativa y teminológica. Las Fiestas del Medievo no son en sí mismas un circo. Así pues, no debería regir la prohibición sobre animales salvajes y espectáculos circenses aprobada por el Pleno municipal en septiembre de 2013. Tampoco son corridas de toros. Con lo que no tendría ningún sentido aplicar el mismo criterio antitaurino del equipo de gobierno verde sobre lo que considera tortura, pero es reconocido, permitido y regulado por las normas estatales.
Tampoco son un evento como en sus orígenes, cuando solo se instalaba un mercado medieval en el barrio antiguo para dinamizarlo socialmente e incentivar las visitas. Ahora, aunque siguen estando organizadas por la asociación de vecinos del Rabal, han crecido y se han consolidado bajo la denominación oficial de fiestas. Una categoría de nuevo cuño basada más que en la tradición secular, en una estrategia promocional y turística.
Finalmente, si a instancias de la edil de Políticas Animalistas, Esther Esquembre, el Ayuntamiento de Villena aprueba una ordenanza que regule el uso de animales en cualquier acto, espectáculo o celebración, será de obligado cumplimiento para todas las manifestaciones festeras. Incluidas aquellas iniciativas privadas como las propias Fiestas del Medievo y el certamen ArteFiesta. No valdrán negociaciones particulares ni acuerdos a la carta que puedan provocar indefensión o agravios comparativos. Por tanto, las decisiones municipales deberán ser justas y ecuánimes, evitando perjuicios y efectos contraproducentes.
Es cierto que las fiestas patronales de Moros y Cristianos tienen una especial trascendencia por su arraigo, masiva participación y origen histórico, que les ha valido la declaración de Interés Turístico Nacional. Quizá por ello, su tutela organizativa y reglamentaria ha sufrido a lo largo de los años una exquisita adecuación a las demandas de la sociedad en cada momento. La más relevante, sin duda, la participación activa de la mujer con plenos derechos que ha supuesto un cambio sustancial. La última modificación va a permitir que las mujeres puedan ostentar los cargos de capitán y alférez. Es más, varias comparsas han tenido presidentas al frente de sus directivas. Sin duda, una muestra de plena igualdad y la mejor manera de superar las discriminaciones.
Las bodas civiles que se celebran en el castillo de la Atalaya exclusivamente durante las Fiestas del Medievo, se utilizan sobre todo como reclamo mediático. Sirva el ejemplo de la boda china aparecida en el informativo de Telecinco. Lamentablemente, en cualquier otra época del año, ningún villenero o villenera puede solicitar casarse en el mismo lugar, aunque no sea a la usanza de la Edad Media. Pero más allá del espectáculo nupcial tematizado dirigido a foráneos y extranjeros, sería oportuno que en años sucesivos se fomentara la celebración de bodas gays o lésbicas para darle visos de normalidad e integración al amor medieval. Lejos quedan los trasnochados caballeros y damas de cuento.